miércoles, 4 de abril de 2007

Kapuscinski


Acabo de leer el libro Viajes con Heródoto, de Ryszard Kapuscinski (imposible intentar pronunciarlo, y eso que he omitido varios acentos, en concreto en la "n"...curiosísimo esto del polaco...). Me ha parecido un libro inteligente, extraordinariamente construido, original en su concepto y su ejecución, reflejo de las vivencias de un espectador privilegiado de los acontecimientos de la decisiva segunda mitad del siglo XX.

Este libro tiene mucho de autobiografía intelectual de un reportero a la antigua usanza que forjó su profesión en contacto directo con la realidad. A pesar de la situación geopolítica de Polonia en 1955, pudo “cruzar la frontera”, hecho que señala como un hito vital decisivo, y viajar como corresponsal a la India recién independizada, sumergiéndose en sus inexcrutables mecanismos sociales, al menos para una mentalidad occidental, en China en tiempo de Mao y su política de las "cien flores", en el Egipto de Nasser y la guerra del Canal con las potencias europeas, en Sudán, en Irán en los tiempos traumáticos de la revolución de Jomeini, en Etiopía, Tanzania, la Argelia del golpe de Estado contra Ben Bella o el Senegal de Senghor y el panafricanismo.

Pero la aportación realmente singular de Kapuscinski es que logra tejer una deslumbrante trama entre su actividad periodística y las historias que Heródoto relató en una impresionante obra, de la que no podemos distinguir ciertamente qué parte es ciencia histórica y qué parte es leyenda relatada. Aquel grueso volumen será desde entonces su compañero inseparable, pues acabará encontrando en sus páginas no solo inapreciable información sobre el primer conflicto de civilizaciones entre Oriente (Persia) y Occidente (Grecia) que Heródoto narra, sino también todo un programa de actuación sumamente útil para el desempeño de la carrera periodística.

El deambular del periodista por tantos escenarios, ilustrado por los periplos del escritor griego 2500 años antes, conduce a una interpretación sustancialmente humanista de la Historia más reciente. Pero quizá la gran lección que el libro de Kapuscinski contiene es la de equilibrar el discurso de la diferencia –tan invocado hoy en día incluso para comunidades tan próximas entre ellas como puedan ser las españolas – con otro discurso complementario en el que se basa la civilización de los derechos humanos: el discurso de la identidad entendida como semejanza.


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