Es una consecuencia lógica de la necesidad de reducir la superestructructura filo-administrativa que han ido construyendo todas las Administraciones, en todos sus niveles, al calor del dinero fácil de principio de siglo. ¿Cómo se puede justificar que se suprimen determinadas prestaciones sociales, en el ámbito de los servicios públicos fundamentales (sanidad, educación, dependencia), manteniendo televisiones?.¿Es sostenible seguir financiando con dinero público un modelo de "información" que, claramente, está llamado a desaparecer en un plazo breve?. Yo no recuerdo desde cuándo no veo un Telediario, en ninguna cadena y a ninguna hora. Me informo dónde, cómo y cuándo quiero a través de los canales de comunicación on line (por los que estoy dispuesto a pagar, y de hecho pago), y consumo contenidos audiovisuales a través de las televisiones a la carta y similares. Sólo veo la televisión para grandes eventos deportivos, porque ya hasta mi hija de cuatro años ve lo que quiere en el ordenador (magnífica, por cierto, la web de Clan TV). Y como yo, cada día más gente, en especial menores de 45 -50 años, y creciendo. Todo lo que no sea potenciar ese tipo de actividades es un error de perspectiva en el tiempo. Y con dinero público, estos errores no se pueden sostener
El problema del empleo. Cierto. Cualquier persona que tenga que ir al paro como consecuencia de este tipo de decisiones (o de cualquier otra, no vayamos a maximizar el problema cuando afecta a la estructura de lo público) supone un drama humano. Pero quizá la pregunta debería ir al origen: ¿era necesario ese "servicio público" cuando se creó?. ¿Hemos creado la necesidad donde no la había, y ahora tenemos que sostenerla hasta el final?. ¿Ese empleo era real, respondía a una necesidad, o era ficticio?.
El problema económico. También es cierto que cualquier actividad tiene un efecto dinamizador de la economía real. Vale para las televisiones, pero vale tanto, y seguramente más, para otros sectores, como la construcción. Y ahora se trata de hablar en términos de coste de oportunidad en el uso del dinero público. Es indudable que dedicar el dinero de la televisión a construir carreteras tiene un efecto multiplicador muchísimo mayor en términos de generación de riqueza y de empleo. Por tanto, y como estímulo a la economía, parece mucho más lógico dedicar estos esfuerzos presupuestarios a actividades que tengan una mayor incidencia en la economía real. No parece que una televisión, y menos si la producción se compra fuera, tenga tal incidencia.
En resumen: triste, pero inevitable. El corolario lógico de la necesidad imperiosa de acomodar las estructuras de la Administración a lo sostenible. Volvemos a la economía de la supervivencia...
