jueves, 21 de septiembre de 2006

Omertá


Como si fuera una película de gangsters, ayer, en el Congreso, los grupos parlamentarios de la oposición a la oposición protagonizaron una conjura (propia de necios) para imponer la ley del silencio mafiosa a los atentados del 11-M, de forma que todos los partidos se comprometen a vetar cualquier propuesta del PP que tienda a aclarar las cada vez más ominosas dudas que van surgiendo sobre la "verdad oficial" de lo allí ocurrido. Del "los españoles se merecen un gobierno que no les mienta" al "los españoles se merecen una oposición que no pida investigar", puesto en la boca del mismo indecente que habló durante años, desde la militancia en Izquierda Unida, de los "silencios culpables de Gonzalez" (inciso: magnífico el perfil que de López Garrido hace Anguita en el semanal de El Mundo del sábado). Una nueva reedición del pacto del Tinell, todos contra el PP para excluirlo de la vida pública. La vieja táctica stalinista, el que se mueve sale de la foto, con dirección a Siberia, ahora no sabemos con destino a dónde, quizás a Afghanistan, Irán, Venezuela o cualquier otro país de la "Alianza de Civilizaciones", eso sí, con mejor temperatura. Sólo que no están vetando a una formación política y 150 diputados: están vetando a 10 millones de votantes, y a otras muchas personas que sí queremos saber.

A eso se llama fascismo. Con corbata de Armani, pero fascismo.