domingo, 27 de marzo de 2011

Comer sin abrir la boca, por Martín Prieto


El mamporreo sobre Libia (el concepto de ofensiva es más serio) es el mayor error de apreciación militar desde la carga de la Brigada británica de Caballería Ligera en Balaklava, Crimea, contra un tren de artillería rusa. Desde entonces las cargas frontales desaparecieron de los manuales como se esfumó la heroica y estúpida Brigada. Los estrategas de café, pero que cultivamos la afición de estudiar el arte de la guerra, sabemos que la exclusión aérea o es el prólogo de maniobras más contundentes o es un placebo. El general Schwarzkopf, tras ahorquillar a la Guardia Republicana en la guerra del Golfo, comunicó con su superior Colin Powell: «Entre mí y Bagdad no hay nada». Le tiraron de las riendas y el sur de Irak quedó durante años bajo exclusión aérea, gastando gasolina, sin molestar lo más mínimo a Sadam Hussein y emponzoñando la herida que floreció en la guerra de Irak. La resolución de las Naciones Unidas equivale a recomendar comer sin abrir la boca. Si bombardeas Belgrado con grafito, se cortocircuitan todos los sistemas electrónicos y cae Milosevic.

Pero Libia no es un Estado fracasado o gamberro; es que no es un Estado, sino una conjunción de 140 tribus, 30 de ellas determinantes, algunas con un millón de parientes, entretejidas por un iluminado y cruel orate de frenopático vestido por Mariquita Pérez. No hay Administración de Justicia, ni siquiera censo; el Ejército es pequeño y subordinado a milicias y mercenarios subsaharianos; la aviación es una feria chatarrera, y sólo la cohetería rusa de SAM tierra-aire era un inconveniente, se supone que despejado por la exhibición de Tomahawk de la marina americana a un millón de dólares la bofetada. Mientras Gadafi guarda sus carros en las ciudades buscando escudos humanos, puede doblegar a los mal armados y peor dirigidos insurgentes con tácticas de infantería en la carretera Trípoli-Bengasi, único teatro de operaciones. Golpear a Gadafi sin matarlo, para que no se lo tome a mal la Liga Árabe, es boxear con un colchón.

Esta extraña coalición occidental puede verse empantanada por la acefalia. Obama mantiene el apoyo, pero sólo se comprometió a ser detonador y resigna el liderazgo: «Quiero una guerra muy corta y contundente, no otro Irak». Sarkozy no quiere bajarse del tacón mexicano, pide focos sobre sí y propone una dirección política del conflicto. Ya se sabe que la guerra es una cosa demasiado seria como para dejarla exclusivamente en manos de los militares, pero no es menos cierto que un camello es un caballo dibujado por una comisión. Berlusconi amenaza con quitar las pistas bajo las ruedas de los cazabombarderos si no se unifica el mando en el Cuartel General de la OTAN. Cameron hace seguidismo de Francia y Angela Merkel, entre sus electores y los negocios libios, está sin estar en sí, yendo y viniendo de Berlín a París con aires de buscar con urgencia el tocador de señoras.

Mamarrachada
España va de cantinera porque según Trinidad Jiménez en Libia no hay ninguna guerra. Tampoco la señorita Trini es una ministra de Asuntos Exteriores, pero somos de buen conformar. El debate teologal sobre qué es una guerra provoca más melancolía que el bizantinismo de cuantos ángeles caben en la punta de un alfiler. La guerra (o la mamarrachada humanitaria) ya está enquistada. Ya ni se prohíbe ejecutar al verdugo, ni siquiera derrocar el régimen. La Tripolitania, base de tribus poderosas como Warfalla, sin cuyo concurso nada es posible, Awlad Busayf y la Cirenaica (Al Awagir, Al abaydat) son históricamente hostiles, y los rebeldes coquetean con el fundamentalismo. Separarlas por un cordón sanitario será una tentación a la que se opondrá el Consejo de Seguridad. Estamos como el gañán ante la agonía del progenitor: «Ni se muere padre ni cenamos».

En el desierto no se debe levantar una piedra porque siempre hay un escorpión. Fernando el Católico tomó Trípoli en 1510, plaza española por 43 años a través de los Caballeros de Malta. Tenemos algún título para enviar a Rubalcaba de Procónsul para que les explique la alianza de civilizaciones.