viernes, 16 de febrero de 2007

Lectura recomendada

Interesante el artículo de Federico Quevedo en El Confidencial. A vueltas sobre la conspiranoia, claro.

Siempre que leo uno de estos artículos me asalta una duda terrible: si tienen tan claro que esto ha sido una conspiración y un montaje, una gran mentira, vamos (impresión que, basándome en la mera intuición, comparto), y son capaces de ponerlo por escrito en medios de comunicación serios y con una gran repercusión mediática (el blog de Luis del Pino, por ejemplo, tiene miles de visitas diarias), supongo que contarán con una información privilegiada que les permite realizar estas afirmaciones tan trascendentes. Y si es así, ¿por qué no publican esa información que tienen?. ¿O es que la tienen, pero no pueden probarla?. En cuyo caso, estamos ante un problema de una envergadura gigantesca: saben que ha habido un "golpe de estado", pero no pueden demostrarlo, por lo que siguen en el poder o próximos a él traidores de la peor calaña.

Pero el asunto tiene otra lectura: que tengan la información, que puedan probarla, pero que estén administrando la información de acuerdo a intereses al menos no claros. Por ejemplo, la que maneja y administra El Mundo.

Con el juicio ya comenzado, si aceptáramos esta última posibilidad, estaríamos ante una nueva utilización perversa del estado de derecho (no sirve como excusa que zETAp también lo haga, en algo tenemos que diferenciarnos). No se puede esperar que en sede judicial se desmonte la denominada "versión oficial", y se descubra la verdad. A lo máximo que pueden aspirar en el juicio es que decaiga la eficacia de todas las pruebas incriminatorias a los acusados, y, por tanto, no se les pueda condenar por esos delitos (aunque, eventualmente, sí por otros). Y si entonces aparecieran las "pruebas" de la conspiración, se abriría una nueva línea de investigación, con los impredecibles resultados que se apuntan en los distintos artículos. Pero, para entonces, ya habría transcurrido mucho tiempo y estaríamos todavía más hundidos en el lodazal en el que nos ha metido el bobo solemne (y vago).

Así que, señores, responsabilidad. Si tienen pruebas, encima de la mesa y pronto. Y si no las tienen, que nos pille confesados

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